11.08.2006

47 días en Viena

Mes y medio, 6 semanas y 5 días, 47 días y horas, 1106 horas, 67464 minutos, 4047840 segundos... y contando. Ese es en cifras el tiempo que llevo "viviendo" en Viena, y uso las comillas porque no me la creo, porque todo ha sido surreal, desde la decisión de venir hasta despertar acá cada mañana.

Empezemos por el principio: hace 6 años me gradué de la Universidad y me conseguí un trabajo [el único que he tenido en mi vida], unos meses después me le metí a los pantalones a mi jefe que, en ese entonces, tenía novia. Unos meses después dejó a la novia y otros tantos después me corrió y comenzamos una relación semifuncional que hoy me trajo hasta Austria [Si, Viena, Austria, no Viena, West Virginia].

Y, bueno, esa relación semifuncional no ha sido nada fácil, él es un perro egoísta [adorable!] y yo una control freak [también adorable], lo que nos tiene viviendo en el interminable juego de "yoquieroperotúnomedas-yonoquieroperotúmelopides", que puede ser muy divertido a veces, y otras es doloroso pero, sobre todo, peligroso. El tema del año pasado fue "vivamos juntos", fue un proceso largo, agotador, pero al fin, un día logramos decidirlo. Yo estaba que me moría de la felicidad, llenita de ilusión, como una provincianita que siempre ha soñado con la casita de barda blanca, el perro y los niños, me sentía como la Cenicienta cuando le pusieron su zapatito de cristal.

Pero claro, soy un buitre, ya estaba yo en la empacada 2 días antes de la mudanza, cuando el susodicho aparece en mi casa con cara de muerto para darme la noticia: "Me ofrecieron un trabajo en Viena", si en ¡Austria!, ¡A miles de kilómetros de distancia del departamento que planeabamos compartir! ¡Se me rompió el zapatito, se me cayeron los calzones, se me cayeron todos mis sueños! Después de mucho, mucho buabuabua, mucho blablabla, mucho quetuqueyo, decidimos seguir adelante con el plan de la mudanza y la vida en pareja. Así que ese fin de semana me mudé a su departamento feliz, en negación por lo que iba a pasar, igual no se iba a ir en una semana, esos procesos tardan unos meses. Y así fue, tuvimos algunos meses de feliz vida marital, con mañanas llenas de sonrisas y besos, con largas caminatas por el parque, con cenas en la cama, en fin, pura miel. Hasta que llegó el momento de aceptar la chamba, de renunciar a la anterior, de arreglar papeles y de mudarse a otro país.

Ahí empezó lo difícil: un día él se fue a Viena, se adelantó, sin empacar más que sus maletitas y sus discos. Sí, me dejó a mi con toda la casa puesta, ¡hasta con un calzón en la ropa sucia! Así que tuve que empacar toda la casa, vender cosas, entregar cosas, regalar cosas,
lavar su calzón, empacar mis maletitas y venirme a Viena con él.

Eso fue hace mes
y medio, 6 semanas y 5 días, 47 días y horas, 1107 horas, 67524 minutos, 4051440 segundos. Y en lugar de tener mi casita de ensueño, con un árbol en la ventana y palomitas empollando en la jardinera, tengo un "apartamento tipo estudio" en Girardigasse y estoy a 0°... ¿Suena bien? Si, pero siempre tendré en la cabeza una voz que me dice: "¿qué no estabamos bien como estabamos?"

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